Imagínense que ven una superoferta de un coche por 300 euros y unidades limitadas. Se van a hacer cola a la puerta de la tienda para ser los primeros.
Imagínense que, en el momento de abrir, cuelgan un cartel con las condiciones: hay que pagar con cinco billetes de 20, dos de 50, cinco de 10 y diez de 5.
Maldición, usted lleva los 300 euros en billetes de 50 y no reúne los requisitos, pero ve que el que está detrás sí los cumple. ¿Qué pensarían ustedes?
Algo similar ocurre con la convocatoria a cátedras de enseñanza secundaria de la Xunta de Galicia. La mayor parte de las plazas se dirimen por los méritos que supone la realización de cursillos (y no voy a entrar en la calidad de estos ni en el interés de quienes los convocan).
Los cursos de entre 10 y 49 horas puntúan 0,025 puntos cada diez horas hasta un máximo de 1,5 puntos y los de 50 y más horas, 0,025 puntos cada diez horas hasta un máximo de 1,5 puntos. Una persona que tuviera 20.000 horas de formación en cursillos de 50 o más horas tendría 0 puntos en el apartado de los cursos de menos de 50 horas.
Puntuaría menos que una persona con 610 horas, si 600 fueron en cursos de más de 50 horas y las diez corresponden a un minicurso de 10 horas.
¿Tiene esto algún otro objetivo que no sea eliminar a los profesores de a pie, es decir, favorecer a los que están próximos a los que negocian las bases de la convocatoria?
Cuando estas se hacen públicas, ya no se puede hacer nada que no sea procurar cumplir los requisitos que se piden, esperando la próxima convocatoria.
Claro que puede que, para entonces solo contabilizen los cursillos que expida determinado organismo y que tengan el sello centrado.
Los que obtengan la cátedra verán con buenos ojos el sistema, los mediocres no detectan tamaño desatino, y a los que todavía nos queda algo de cerebro se nos acaba ocurriendo lo que decía Garci: "Solo creo en Willy Wilder".
Publicado en La Voz de Galicia, 2 de julio de 2008
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