Rescato un artículo leído en Peru21, escrito por Guillermo Giacosa y publicado el 16 de agosto del 2003, es decir, hace más de siete años.
“Cuando leo a algunos periodistas de derecha criticar a políticos de izquierda, recordando los fracasos de esta corriente, me pregunto: ¿creerán ellos que el orden económico genocida al que son sometidos la mayoría de los ciudadanos del planeta es un éxito o algo parecido?
Que la izquierda no haya podido cristalizar un orden social justo y que el socialismo burocrático y desalmado de los soviéticos haya sido un desastre, no justifica los disparates mercantilistas que apuntan a la destrucción del planeta y a la pauperización progresiva de cientos de millones de seres humanos.
¿Creerán estos bolcheviques del mercado que el mundo unipolar y de pensamiento único que han instalado tiene algún punto en común con los valores tradicionales de libertad, democracia y respeto al prójimo que, en teoría, son la armadura de las más valiosas conquistas de Occidente?
Libertad sí, pero para el comercio de mercadería, no para los seres humanos que permanecen atrapados en telarañas burocráticas que los inmovilizan en el sitio de su pobreza o detrás de muros oprobiosos (tanto o más que el odioso Muro de Berlín) que les impiden asomarse al universo de la abundancia.
Los países pobres, con sus islas de insolente riqueza, comienzan a parecerse cada día más a gigantescos campos de concentración cuyos habitantes deben pagar un tributo (llamado deuda externa) para que sus carceleros les permitan el lujo de seguir viviendo en la tierra sin futuro de la que quieren huir.
¿Creerán quienes en última instancia se ufanan del triunfo de la derecha, con su historieta del final de la historia y pamplinas por el estilo, que haber logrado récords de pobreza en todos los países latinoamericanos es un pecado de la izquierda?
El aumento del PBI acompañado por el aumento de la pobreza es una indecencia. Un escándalo moral. Aumentar la distancia entre ricos y pobres, como ha venido ocurriendo dramáticamente durante los últimos veinte años, expresa una visión patológica y suicida de la realidad.
Seguir favoreciendo a las grandes transnacionales en detrimento de los pueblos es una apuesta que puede conducir a un holocausto cuyas características es imposible prever pero que comienza a delinearse en la rabia cada vez más activa y violenta de quienes son excluidos del derecho de tener lo elemental para vivir con dignidad.
El mundo está lleno de advertencias que la ceguera, el aislamiento y la soberbia de quienes ejercen el poder no les permite ver.
Vamos hacia un abismo que comprende, además de un drama social cada vez más hondo, una destrucción progresiva de los recursos naturales y una depreciación incesante de la atmósfera que protege la vida.
Escuchar a los economistas pontificar sobre números sin tener en cuenta estas realidades me recuerda a los músicos que seguían ejecutando sus melodías mientras el Titanic se hundía. Claro que sin la grandeza moral de esos músicos, que sí sabían lo que estaba ocurriendo.
Algo huele a podrido en el mundo oficial. Quienes lo defienden o han perdido el olfato o son cómplices o un agudo masoquismo los lleva a solazarse con esas miasmas pestilentes.”
Socialismo o barbarie ! Obviamente no estoy de acuerdo con el socialismo de Stalin, pero si con el de Lenin, Trotsky, Marx...
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