En el 2010, había colgado este vídeo (
http://www.angelesgarciaportela.com/2010/06/video-de-cordel-barker-runaway.html) como metáfora de lo que se avecinaba. Aquel futuro ya está aquí.
Al vídeo había llegado por un artículo de Mariluz Ferreiro, que paso a reproducir
El tren de la locura
- Autor:
- Mariluz Ferreiro
- Fecha de publicación:
-
27/1/2010 La Voz de Galicia. El tren de la civilación
Son solo dibujos. Una pequeña película que palpita en la
pantalla. Un viaje atolondrado. Un corto canadiense. Su título, El tren de la
locura. Las imágenes se agitan a ritmo de jazz y del traqueteo de un tren a
vapor. La locomotora, el vagón de primera clase, el de segunda o tercera...
Poderosos y humildes diferenciados por la vestimenta, separados por
compartimentos, pero unidos en el trayecto. Se respira en los trazos la alegre
velocidad del paseo mecánico por la senda de raíles. Pero al terreno, siempre
traidor, le sale una gran joroba. El pobre tren intenta trepar. No puede. Poca
potencia para tanta carga a sus espaldas. Se aplica el más madera de los
hermanos Marx. Los ricos, de elegante negro y con sombreros de copa, lanzan
billetes desde la parte delantera a los pobres para que estos conviertan su
equipaje en combustible. El fuego devora primero gorros y maletas. Vuela rauda
hacia las llamas hasta la ropa interior. Y, cuando solo quedan los cuerpos de
los desnudos viajeros sobre el suelo desnudo, los poderosos deciden prescindir
del lastre y sueltan el vagón de los desheredados. Pero antes recuperan la saca
con el dinero que amablemente habían donado a sus incautas víctimas, carne de
caldera. Después de esta operación quirúrgica y necesaria, el tren respira
aliviado y encuentra arrestos para ascender la amenazante colina. Prosigue la
feliz aventura para unos pocos privilegiados. Pero el tren, ya solo con
sus más ilustres pasajeros, acaba descarrilando, convirtiéndose en un garabato
negro en el horizonte. El tragicómico final es una licencia del autor, Cordell
Barker, que demuestra lo evidente. Que se trata de ficción animada en la que no
cunde el desánimo. Que en la vida real siempre queda algún pez gordo que eruta
con satisfacción durante la crisis después de haberse zampado las vacas gordas.
Que solo son dibujos.
En aquel momento, lo que parecía una posibilidad, hoy se ha demostrado como cruel realidad.
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