Elisabeth Noelle-Neumann, ya fallecida, en 1977, cuando era directora del Centro de Investigación de la Opinión Pública de Allensbach (Alemania) explicó la teoría de comunicación de la espiral del silencio en su libro "La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social".
La autora sostiene que la actitud y la conducta del individuo están determinados por la relación entre sus propias convicciones y el resultado de la observación de su entorno social. Esta interacción es el principal aspecto del proceso de formación de la opinión pública.
Las personas adaptan su manera de comportarse a las opiniones predominantes en su contexto social sobre cuáles conductas son o no aceptables. Esta conducta tiene su origen a nuestro natural temor al aislamiento, que podría darse si expresáramos opiniones percibidas como minoritarias, razón por la cual los individuos estamos constantemente "sondeando" el clima de la opinión pública para determinar qué opiniones podemos expresar.
La llamada "espiral", entonces, es la figura que se dibuja a medida que aquellos que tienen posiciones minoritarias son enmudecidos, y las opiniones percibidas como mayoritarias aumentan y se vuelven dominantes. No nos obligan a callar, consiguen que nos callemos.
Cuanto más se difunde la versión dominante por los medios, más guardarán silencio, las voces individuales contrarias a ella, sobre todo las más vulnerables.
¿Por qué ocurre ésto? Por el miedo del individuo a verse aislado.
Existe, sin embargo, lo que se denomina como "núcleo duro", esto es, algunos individuos que al ser presionados reafirman y persisten en sus opiniones.
Las opiniones e ideas más divulgadas se vuelven las más fuertes, independientemente de si son o no correctas.
Noelle-Neuman sostiene que los medios de comunicación en general y la televisión en particular, son determinantes en la construcción de la opinión pública, no sólo sirven como medio de transmisión de opiniones, sino que pueden actuar y actúan decidiendo qué opinión debe de ser percibida como mayoritaria. La exposición u ocultamiento de los medios de determinadas opiniones puede alterar la forma en que éstas son percibidas por el público.
Los individuos se sienten impotentes ante los medios de comunicación.
Esta impotencia se expresa de dos formas. Las primera sucede cuando una persona intenta conseguir la atención pública, y los medios, en sus procesos de selección, deciden no prestarle atención. Lo mismo sucede cuando se realizan esfuerzos infructuosos para que la atención pública se fije en una idea, una información o un punto de vista.
El segundo aspecto de la impotencia entra en juego cuando se usan los medios como una picota; cuando orientan la atención pública anónima hacia un individuo entregado a ellos como un chivo expiatorio. No puede defenderse. Las formas de réplica son grotescas por su debilidad, por su torpeza en comparación con la tersa objetividad de los medios. Los que aceptan voluntariamente aparecer en un debate o una entrevista televisiva sin pertenecer al círculo interior de los «cancerberos» de los medios están metiendo la cabeza en la boca del tigre.
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