domingo, 9 de abril de 2017

Cruceros, "vacaciones en aguas de nadie"



Ronny Rojas y Maye Primera  de Univisión, han recibido uno de los premios Ortega Y Gasset en la categoría multimedia por su trabajo "Vacaciones en aguas de nadie". El jurado valoró  que los premiados “cumplen con una de las labores fundamentales del periodismo, la de contar lo que alguien no quiere que se sepa”.

El trabajo premiado al que no se le ha dado demasiada difusión, indaga sobre “las tres empresas que concentran el 80% del mercado mundial de los cruceros y transportan hasta 18 millones de personas al año, mientras se aprovechan de los escasos controles ambientales, eluden el pago de impuestos y sortean las garantías laborales del país” .

El trabajo de investigación lo produjo Univisión en colaboración con la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia y bajo la guía de los periodistas Ronny Rojas y Maye Primera, pasaron meses buceando en una compleja industria aparentemente inofensiva. Para ello, una alianza de estudiantes y periodistas se puso al servicio de la investigación desentrañando un mercado opaco e influyente, desregulado fiscalmente y en el que se tolera la explotación y el limbo legal. En el proyecto participó un equipo de periodistas, ilustradores, diseñadores, fotógrafos, periodistas audiovisuales, infógrafos junto a estudiantes y profesores de la Universidad de Columbia.

El trabajo consta de 5 capítulos

En el capítulo 1 se analiza que las 3 grandes corporaciones: Carnival Corporation, Royal Caribbean International y Norwegian Cruise Line juntas acaparan el 82% del mercado mundial, cuyas ganancias totales alcanzaron los $2,800 millones el año pasado y ejercen una fuerte influencia en Washington DC, por medio de donaciones y lobbies.

Diversos analistas sugieren que este dinero les ha permitido durante años bloquear la aprobación de leyes y regulaciones más estrictas para el sector. Alrededor del 40% de la flota que posee la mayoría de empresas es antigua y viaja por los mares del mundo arrastrando desperfectos y fallos de los que poco se habla y que, en su mayoría, son desconocidos por los pasajeros.

A pesar de que los grandes cruceros son propiedad de grandes compañías con sede en Estados Unidos, los pasajeros no necesariamente están bajo la protección de las leyes estadounidenses. Al subirse al barco entran a un mundo dominado por tres grandes corporaciones con su sede central en Estados Unidos, que han desarrollado una compleja estructura operacional en distintos países y paraísos fiscales, para evitar las garantías laborales estadounidenses, eludir el pago de impuestos y evadir estrictos controles medioambientales. Y muchos cruceros tendrían problemas para registrarse en EEUU.

266 cruceros en servicio están registrados en 23 países. Solo cuatro banderas, las de Bahamas, Panamá, Bermuda y Malta (naciones muy flexibles con la edad de los barcos) concentran el 70% de los cruceros  analizados (187). De las embarcaciones estudiadas, 40% (102) tiene 20 años o más de edad y ninguna fue fabricada en EEUU. Poco más de la tercera parte pertenece a dos empresas, las más grandes del negocio: Carnival y Royal Caribbean.

El segundo capítulo describe  el problema de delitos a bordo. Los barcos son pequeñas ciudades, sin hospitales bomberos ni policías, ni 911.
El FBI está a disposición sólo de los ciudadanos americanos. Los no estadounidenses en cambio deben acudir a la policía del país en el que el barco tiene su bandera en caso de ser víctima de un delito pero sin garantías de que serán atendidos. Tendrán que presentar denuncia.
Ante la indefensión de quienes sufrían delitos en crucero nació la Asociación Internacional de Víctimas de cruceros.

En el capítulo 3 analiza las condiciones laborales. Los empleados de cruceros trabajan más de 70 horas a la semana, sin días de descanso ni vacaciones pagadas. “Las compañías navieras dicen que, como tienen banderas extranjeras, ellos no están sujetos a las regulaciones de Estados Unidos”. Las condiciones de los tripulantes se subordinan a la ley del país de bandera. Y generalmente sus contratos determinan que los problemas laborales no se resolverán en una corte, sino ante un panel de arbitraje sufragado por la propia compañía de cruceros.

Hay pocos estadounidenses entre los cerca de 190,000 trabajadores que emplean las mayores empresas del sector. La industria de los cruceros, con Carnival y Royal Caribbean con el control del 70% del mercado mundial, ha encontrado principalmente en los países del Tercer Mundo la mano de obra que necesita para ofrecer vacaciones en alta mar. Se estima que Filipinas  es el país que más empleados aporta al negocio  de los cruceros.

Los pocos ciudadanos de Estados Unidos que se ven en los barcos suelen ocupar puestos de cara al público, como animadores, cantantes y actores. Están mejor pagados y tienen menos carga horaria.

El cuarto capítulo estudia el impacto ambiental y contaminación que producen los cruceros.

Y el capítulo 5 analiza los lobbies y las puertas giratorias del negocio de los cruceros .
Las navieras gastaron más de 30 millones en la última década para influir en Washington, sobre todo en materia medioambiental y de impuestos.
Exagentes de alto rango de la Guardia Costera y el FBI trabajan actualmente para el sector que antes regulaban y fiscalizaban. 

Le llaman Gala Dinner Extravaganza. Allí se reúnen una vez al año grandes empresarios, gestores públicos y políticos de Florida con líderes de la industria de los cruceros. En cada mesa hay un ejecutivo de las navieras; cuanto más alto es su rango y más poderosa su empresa, más caro es en la página web el cubierto para cenar con él.

Es una buena oportunidad para hablar de inversión pública, de proyectos empresariales, de dinero. La relación entre las empresas de cruceros y los representantes públicos suma al menos tres décadas en Estados Unidos.

Las grandes compañías de cruceros están exentas de pagar impuestos sobre ganancias a escala federal en Estados Unidos, un país con un gravamen estándar del 35% sobre los beneficios corporativos. No evaden impuestos, no incumplen leyes, pero dominan los entresijos de las leyes. Sus lagunas. Cuando las empresas justifican por qué pagan tan pocos impuestos en sus reportes corporativos, suelen usar una argumentación casi idéntica: la sección 883 del código impositivo exime de pagar el impuesto sobre beneficios a las compañías que no son estadounidenses y que se dedican al transporte marítimo. Y ese es, efectivamente, su caso. Las grandes empresas de cruceros tienen sus sedes centrales en Estados Unidos, cotizan en la bolsa de Nueva York, pero están legalmente constituidas en el extranjero. Carnival es, en realidad, una empresa radicada en Panamá; Royal Caribbean en Liberia, y Norwegian en Bermuda. Los tres países son paraísos fiscales, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). 

Ninguno de estos países cobra impuestos sobre beneficios a las empresas. Pagan impuestos extremadamente más bajos que  cualquier empresa del sector turístico. Hace una década, tres profesores de contabilidad de las universidades de Michigan y Carolina del Norte quisieron saber cuánto pagaban realmente en impuestos las grandes corporaciones estadounidenses y encontraron que  Carnival “Es claramente la empresa líder en elusión fiscal a largo plazo, con una tasa de impuestos pagados en los últimos diez años del 0.7%”, escribieron entonces. Ese nivel de elusión (no de evasión, que sería ilegal) es incluso inferior hoy en día.

 El trabajo premiado íntegro
http://huelladigital.univisionnoticias.com/cruceros-vacaciones-en-aguas-de-nadie/lobby/

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